Las organizaciones, al igual que las personas, poseen una moral, y son
los valores de los miembros que las integran, las que conforman y condicionan
su contexto ético. Como las valoraciones humanas se dan en el ejercicio de la
acción, éstas son susceptibles de ser modificadas es decir, son afectadas
por el cambio.
De esta forma, las personas pueden tener conductas morales e inmorales a lo largo de un período de tiempo. Ahora bien, si llegara a ocurrir un cambio en la estructura moral de las personas, su comportamiento sería otro, porque éstas crean y dimensionan su realidad de acuerdo con sus nuevos criterios y probablemente comiencen a realizar actuaciones distintas. De esta manera, todos los humanos poseen una moral que, permanentemente, sale al encuentro con la ética de las demás personas. Por tanto, la ética es una cuestión individual e íntima y colectiva a la vez.
La moral de la sociedad se conoce como ética pública, y en ella existe el cúmulo de valores que la sociedad asume como propios, quedando generalmente establecidos y aceptados en las normas o códigos patentados en las constituciones. Cuando los valores y los actos de la gente se desvían en relación a dichos códigos, ocurre una trasgresión en la sociedad. Ésta se conoce como delito. Así las cosas, además de los códigos de ética contemplados en las constituciones, existen otros códigos presentes en las organizaciones, la familia y, en general, en las agrupaciones sociales de toda índole. No importa si estos códigos se encuentran escritos o no, pues si están sedimentados en el comportamiento de todos los miembros de la comunidad estas normas construirán límites conductuales importantes.
Desde el punto de vista empresarial, la función y efecto de las corporaciones y empresas en los mercados, deben estar acorde a la ética pública, y sus esfuerzos deben orientarse al crecimiento y desarrollo de la sociedad, con base en el bienestar general. Allende a esto, se debe fomentar la responsabilidad moral de las corporaciones, más allá de la promoción de la Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa (RSE o RSC), donde se incentive la promoción de normativas legales sobre la conducta corporativa, las cuales abordarían aspectos como la competencia desleal y los impactos negativos de las corporaciones en la sociedad.
En palabras de Bernardo Kliksberg: “La discusión sobre la ética ha vuelto impulsada por la ciudadanía para quedarse y expandirse después de la preponderancia en las últimas décadas de un pensamiento economicista reduccionista que consideraba al tema económico un mero tema técnico. La realidad ha demostrado las limitaciones de ese enfoque.” Desde este punto de vista, la preeminencia de la visión estrictamente numérica del análisis económico, y su vinculación con el desarrollo de los mercados en el contexto social, ha llegado a un punto de no retorno, donde se hace indispensable la inclusión de lo “ético” como factor fundamental para el cambio de las estructuras y, por ende, del crecimiento y desarrollo.
Es por esta razón, que para Bernardo Kliksberg: “La falta de un debate ético permanente ha generado una anomia que ha facilitado la corrupción. Por eso en América Latina, por ejemplo, hay hoy una sed de ética.” Como podemos ver, el problema no es solo incluir lo “ético”, sino también dar en consecuencia la necesaria discusión, sobre todos aquellos aspectos que resultan prioritarios cambiar, para lograr la transformaciones que lleven a la sociedad a un estadio de bienestar social.
Para Kliksberg: “Una economía orientada por la ética no aparece como un simple sueño, sino como una exigencia histórica para lograr que la paradoja de la pobreza en medio de la riqueza pueda realmente superarse y construir un desarrollo pujante, sustentable y equitativo. El precepto bíblico que ordena hacerse responsables los unos por los otros indica que frente a tanto sufrimiento de tantos no hay lugar a más postergaciones en este desafío decisivo.” Y es quizás en este punto donde, el Capital Social, nos pueda aportar un camino válido como instrumento para el desarrollo de las herramientas, que permitan alcanzar la justicia social en los diferentes ámbitos de la vida de las personas.
En palabras de Emeterio Gómez: “El problema de la Moral no atañe simplemente al tener principios y valores, sino a la idea básica de ¿cuánta fuerza espiritual tienes para imponer -o imponerte a ti mismo- tus valores? Y el tamaño de esa fuerza guarda una estrecha relación con el tamaño de la presión que la realidad ejerce sobre nosotros”. “La Ética tiene sentido mientras usted tiene posibilidades de imponerse por sí mismo sobre el vicio…o sobre la realidad”. Desde este punto de vista, la moral en el caso de las organizaciones, nos remite a un colectivo, a un consenso que se asume y que, al igual que en los paradigmas, tiene una vigencia limitada y tiende a ser sustituido por nuevos puntos de vistas consensuados.
En opinión de Emeterio Gómez: “Si una persona –gerente- decide “no actuar” ante hechos o situaciones puntuales, por supuesto que no hace uso de ética alguna, es su decisión de “no actuar” la que se impone, y ello está en su derecho, tiene potestad para asumir esa posición, pero a su vez está infringiendo un deber: “la responsabilidad de tomar una decisión”. En este punto, al ser la toma de decisión una responsabilidad compartida por las personas que en consenso han asumido una moral pública, el acto de “no actuar” se torna ético al influir en el ejercicio de la toma de decisión, la cual es “responsabilidad” de la persona que decide.
Autor: MSc. Aarón I. Olmos R.
Twitter: @aaronolmos
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José G. Quintero E.
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