“Parece que
desde que la vi, las cosas han mejorado”, dice una ejecutiva de ventas de 42
años.
No se refiere a una visita a una
doctora o una psiquiatra, habla de una asesora de imagen.
La mujer trabaja para una importante
compañía y lo de acudir a una profesional de la imagen no fue una idea suya, se
lo pidió su jefe, un hombre.
Lo que le aconsejó, con el argumento
de que así vendería más, fue que dejara de parecer tanto una contadora o
abogada y más una comercial de éxito.
La empresa pagó por la sesión con la
asesora de imagen quien se encargó de revisar todos los aspectos de su
apariencia, incluida la ropa, el maquillaje y el pelo.
“En el fondo, sabía qué hacía falta
un cambio, pero no tenía claro qué”, dice.
Es muy pronto para saber si de verdad
han ayudado en las ventas los sutiles cambios que experimentó: un nuevo corte
de pelo, ropa más colorida y que le sienta mejor, y nuevos accesorios.
Asegura, un poco ansiosa, que tampoco
es que antes no fuera atractiva. De todos modos prefiere que su nombre no
aparezca en esta nota.
Sus reticencias no sorprenden. Pese a
que vive en un mundo obsesionado con la imagen y donde la apariencia es algo
que se critica con frecuencia, hay una especie de consenso en que en el trabajo
no debería importar tanto, que lo que cuenta es el rendimiento.
Burlas
El mundo se burló cuando se filtraron
las 44 páginas del código de vestimenta del banco suizo UBS con normas sobre
todos los aspectos de la apariencia del personal que trabaja de cara al
público.
El documento hablaba de todo, desde
la ropa interior adecuada hasta la importancia de los cortes de pelo regulares.
Y algo parecido pasó cuando el bufete
Clifford Chance emitió un informe para su personal en Estados Unidos con el
título “Hablando con efectividad” que dedicaba todo un capítulo a la moda.
Muchos lo tacharon de paternalista y sexista.
El documento incluía pasajes del tipo
“piensa en Lauren Bacall, no en Marilyn Monroe” o “nadie escuchó a Hillary
(Clinton) el día que apareció enseñando el escote”.
Aunque la compañía no acertó con el
tono, no son los únicos que han ofrecido consejos a su personal sobre su
apariencia.
También la firma de contabilidad PwC
enfatiza la importancia de la imagen a los recién graduados que se incorporan a
la empresa.
PwC señala que la gente se hace una
idea de quién es la persona que tienen delante en los primeros 30 segundos, y
por eso lo crucial del aspecto para determinar cómo van a ser recordados.
También tiene un código de vestimenta
para el personal en el que habla de “profesional moderno”. Dice que eso hace
que se puedan vestir menos formalmente pero siempre como gente de negocios.
No en vano, Sarah Churchman,
directora de Diversidad en PwC, reconoce que es un asunto controvertido.
“Cuando tocamos el tema de la
apariencia en el contexto de la imagen, hay divisiones. La gente prefiere
pensar que no importa, pero en el fondo saben que sí. Todos asumimos cosas
respecto a las personas por el aspecto externo”.
No es sobre Ropa
Karen Pine, profesora de Psicología
de la Universidad Hertfordshire (Reino Unido), dice que sus investigaciones
concluyen que lo que una persona viste causa un gran impacto en los otros y
también en sus oportunidades profesionales.
Según Pine, las mujeres que van “un
poco provocativas” son juzgadas como menos competentes y por tanto tienen menos
tendencia a ser promovidas.
Del mismo modo que un hombre con un
traje pasado de moda es juzgado como alguien con menos éxito que un compañero
que lleva uno hecho a medida por un sastre, comenta.
Hay también cada vez más indicios que
sugieren que la apariencia no afecta sólo a cómo una persona es percibida sino
a su desempeño.
Pine cita un estudio hecho en
Alemania acerca de cómo se sentían las personas cuando se vestían de manera
formal y cómo cuando iban más casual.
La conclusión fue que eran más propensos
a describirse como personas ordenadas y estratégicas en ropa más elegante, y
más despreocupados y torpes en ropa menos formal.
Algo parecido, comenta Pine, sucedió
en una aerolínea que experimentó con ropa casual y tuvo que volver a los
uniformes porque así era como los empleados se sentían más seguros.
“La gente, inconscientemente, asume
algunos de los atributos y características asociadas con su vestimenta. Sólo en
el año de mi investigación descubrí que ponerse una camiseta de Superman afecta
a cómo de fuertes y superiores se siente alguien”
Suficiente Autoridad
Juliet Hughes-Hallet, presidenta de
Smart Works, una ONG que ofrece ropa de alta calidad y consejos estilísticos
para mujeres sin trabajo de bajos recursos, dice que se centra en la apariencia
por ese motivo.
“Por supuesto que se trata de la
ropa. Suele afectar a las emociones. Ellas literalmente no pueden creer cómo se
ven. Vislumbran posibilidades donde antes no estaban. Les da autoestima”, dice
Hughes-Hallet.
La asesora de imagen Jennifer Aston
dice que los clientes que le llegan de las grandes empresas suelen estar al
borde de una gran promoción.
Recientemente, trabajó con un hombre
que esperaba por un puesto de presidente ejecutivo y lo ayudó a conseguir una
imagen de “suficiente autoridad” como para representar a la empresa tanto en la
televisión como con los clientes.
Los cambios con los que le ayudó
incluyeron trajes mejor ajustados, un corte de pelo y nuevos anteojos.
“Muchos dicen que es algo
superficial, pero la forma en que te presentas en el trabajo puede hacer una
enorme diferencia a la hora de tener éxito”.
Tomado de: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias
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José G. Quintero E.
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