El 60% de los problemas
empresariales son consecuencia de una mala comunicación, y aprender a escuchar
tiene un papel preponderante para tomar decisiones.
La mayoría de las personas reconocen que saber escuchar es una
habilidad esencial para mejorar las relaciones humanas; no obstante, es
común que frecuentemente no se lleve a cabo, lo cual impacta negativamente las
relaciones y lo que se puede lograr, tanto en la vida
personal como en la laboral.
En el ámbito empresarial este hecho tiene graves
consecuencias.
Se calcula que 60% de los problemas empresariales
son consecuencia de una mala
comunicación, lo cual tiene que ver más con la calidad de nuestro
escuchar que con la calidad de nuestro hablar, debido a que esta primera
habilidad determina lo que escuchamos y decimos y, en consecuencia, lo
que escucha y dice el otro.
Escuchar involucra oír con atención, enfocado en la
gente e interpretar sus palabras; los seres humanos somos bastante buenos
oyendo, que es muy distinto a escuchar, una habilidad que aún no desarrollamos
totalmente.
Cuando escuchamos a alguien, pocas veces estamos
completamente atentos a sus comentarios y nos centramos, más bien, en lo que
pensamos acerca de lo que el otro está diciendo, todo con el fin de preparar la
respuesta que vamos a dar; esto, por diseño, involucra forzosamente un escuchar
defectuoso.
Existen tres tipos de escucha: ausente, automática
y proactiva
El tipo de escucha ausente:
Sucede cuando estamos en una conversación o
reunión, pero nuestra mente está en otra parte, sabemos que no escuchamos lo
que dijo el otro y continuamos con la conversación hasta que se suscita un
malentendido.
La mejor manera de evitar una situación así, es
generar suficiente relación y confianza para detener la conversación en el
momento en que notamos esta ausencia, ya sea propia o del otro, ya que, de lo
contrario, la comunicación no es efectiva y la conversación se convierte en una
pérdida de tiempo.
El tipo de escucha automático:
Los seres humanos filtramos todo lo que escuchamos
para determinar la validez de lo dicho. Así, nos hacemos preguntas internas que
evalúan lo que dice el otro.
Algunos ejemplos de estas preguntas son: ¿es cierto
o falso? ¿Estoy de acuerdo o no? ¿Cuál es su punto? ¿A mí para que me sirve?
Este tipo de escucha limita la calidad de la
conversación, ya que nos predisponemos a escuchar ciertas cosas, causando que
no detectemos cuestiones valiosas en la plática, simplemente porque no estamos
atentos a ellas.
El tipo de escucha proactivo:
Se genera con una intención y compromiso claro e
involucra una atención enfocada y una intención inicial, que también está
basada en preguntas que pueden incluir: ¿qué posibilidad, contribución o
solución existe en lo que esta persona me está diciendo? ¿Cómo puedo incluir
parte de lo que la persona me está diciendo en mi manera de ver las cosas?
¿Cuál es el compromiso de esta persona?
Escuchar efectivamente requiere de intención, compromiso y práctica constante, lo cual
impactará en tu persona y en los demás, tanto en tus relaciones laborales
como en las personales. Los seres humanos no podemos evitar escuchar
frecuentemente a los demás de manera ausente o automática, pero sí podemos
estar suficientemente presentes para distinguir cuando lo estamos
haciendo.
El paso a seguir es detener la conversación y
generar en ese momento una escucha atenta y proactiva, lo cual redundará en
múltiples beneficios en nuestras relaciones, ya que obtendremos algo valioso de
la conversación y crearemos un clima positivo al dar señales de interés y
compromiso con los demás.
Fuente: www.altonivel.com.mx/
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José G. Quintero E.
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