Antes que nada, definamos paradigma. No se trata de otra cosa que un modelo, un mapa mental o un concepto bajo el cual las personas actuamos, creemos y obtenemos resultados.
Este
paradigma puede ayudarnos a evitar peligros en algunas circunstancias (por
ejemplo, en el ejército trabajan con el paradigma de que “obedecer salva
vidas”.
Entonces un soldado que recién inicia su carrera se valdrá de esta
creencia para comportarse bajo la autoridad de su superior y entonces no poner
en riesgo su vida). Pero otros paradigmas pueden ser obsoletos y seguir
aferrados a ellos pueden hacernos involucionar. El más conocido, el antiguo
paradigma de que la tierra era plana y entonces muchos científicos veían
acotado su conocimiento a ese modelo mental que era obsoleto.
Para que haya un nuevo paradigma…
tiene que haber un viejo paradigma.
El antiguo paradigma, relata
James Hunter en toda la extensión de su capítulo homónimo, es pensar al
Liderazgo como una estructura jerárquica o piramidal. La organización se basa
en sumar capa tras capa de mandos de poder y autoridad donde todos tienen un
objetivo similar: cumplir con lo que indica el de la casilla superior y así
agradar “al jefe”.
El nuevo paradigma. Completamente
opuesto al anterior, el nuevo paradigma busca atender las necesidades legítimas
del cliente a través de colaboradores, asociados, empleados (que son quienes
están más cerca del cliente, de los servicios que se prestan y los productos
que se fabrican). ¿Y quién entonces buscaría identificar y satisfacer las
necesidades de los colaboradores y empleados para que éstos puedan concentrarse
en hacer lo mismo con los clientes? Sus líderes.
Aquí la función del líder deja de
verse como “el que manda”, “el que tiene poder o domina” sino que es el rol que
se encarga de quitar los obstáculos, coordinar las actividades y asegurarse de
que el ambiente y las condiciones son lo más propensas posibles para que cada
colaborador haga su trabajo: servir al cliente.
Liderar: el arte de no darle al
equipo lo que quiere sino lo que necesita
Hay que tener cuidado al decir
que la función del líder se transforma en la de un servidor, porque se puede
pensar que esto significa que el líder hará lo que el colaborador quiere.
Un
buen líder no es una marioneta ni un esclavo, sino un estratega. Lo que deberá
hacer es identificar qué necesidades tiene su equipo de colaboradores, y
trabajar en ellas. Esto implica por supuesto una enorme responsabilidad, pero
sin duda también genera una suprema satisfacción. Cuando el liderazgo es una
vocación, la recompensa está en los resultados del equipo.
Estas son 10 claves del Liderazgo
en este nuevo paradigma de servicio:
1. Digno de confianza: es honesto
y proporciona seguridad al equipo. Tiene credibilidad basada en su palabra y en
sus acciones.
2. Ejemplar: el líder es un
modelo de rol, inspira, es un ejemplo a seguir.
3. Pendiente de los demás: de lo
que necesitan (no de sus deseos o caprichos) para cumplir sus funciones y
tareas y para servir al cliente.
4. Comprometido: no es lo mismo
involucrarse que comprometerse. Compromiso es jugarse por una idea, por un
equipo, por un proyecto. No mirar el partido desde afuera.
5. Atento: pendiente de lo que
sucede. Las personas no estamos al 100% en todo momento ni somos buenas en
todas las posiciones. Un líder atento detecta cuál es la pieza fundamental que
aporta cada miembro del equipo y qué lo hace único.
6. Exige responsabilidad a la
gente: esto es importante, porque el ser excesivamente permisivo no ayuda a los
colaboradores a cumplir con su trabajo y entonces pone en riesgo su estabilidad
laboral. Exigir responsabilidad, en cambio, ayuda a la gente a dar más de sí y
a desarrollar su potencial.
7. Humilde: ser auténtico y sin
pretensiones ni arrogancia. No es colgarse una máscara de falsa modestia, no se
trata de ocultar las aspiraciones o los logros, sino darles el lugar que
corresponde. Humildad es reconocer los aciertos pero también los fracasos y
debilidades. Y sobre todo extraer de ellos un aprendizaje.
8. Anima a la gente: los alienta
a seguir adelante, a dar más, a superarse, a aprender y a responsabilizarse por
sus resultados.
9. Posee una actitud positiva: es
entusiasta, contagia su actitud y construye un clima de desafíos como oportunidades
de superar los obstáculos y las dificultades que se presentan.
10. Aprecia a la gente: es uno
más del equipo (con un rol diferente y una responsabilidad distinta, pero es un
miembro más del mismo equipo) y demuestra preocupación y genuino afecto por sus
compañeros.
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José G. Quintero E.
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